viernes, 2 de mayo de 2008

No nos queda nada

Queridos amigos: nos quedan 15 días y, cada vez que soy consciente de ello, me duele el estómago. Hay tanto que hacer, que me paso el día dando vueltas; tanto, que acabo mareada. Empiezo algo, y me asalta una idea, voy a ella antes de que se me pase, con lo cual dejo lo otro a medias. Y de esa idea, voy a otra, ... y, así, hasta que vuelvo al principio y me encuentro con lo que tenía entre manos sin acabar y me entra un abatimiento total.
De día, lo llevo mejor. Hablo como si lo que está por llegar le pasara a una tercera persona; pero cuando llega la noche y me quedo a solas con Aiala, me asusto, me preocupo, me lleno de una especie de extraña felicidad casi dolorosa, y la hablo. La hablo mucho, le cuento por ene vez lo mucho que la queremos, que la hemos querido desde siempre, cuanto espacio ocupa en nuestra vida desde hace tres largos años, le digo lo mucho que me asusta su posible rechazo, le cuento los besos y los abrazos que le hemos reservado y las ganas profundas de dárselos, pienso si le gustaran los mimos como a las otras hijas, cuanto le costará reírse, la llevo de paseo a ver ese mundo tan hermoso que nos rodea y que para ella ha estado negado hasta ahora, espero con ansiedad sus gestos de sorpresa, mirarla a los ojos, acariciarla el pelo. ¿Cómo se puede querer tanto a alguien que ya es tuyo y que no conoces?
Aiala nos renovó la esperanza que cada una de nuestras hijas nos dio; pero además, nos ha hecho luchar y sacrificarnos durante mucho tiempo, nos ha traído una alegría de vivir especial, más sencilla, menos material y de gran profundidad. Sólo espero que podamos devolverle con intereses todas las bendiciones que por adelantado, ella, ya nos ha traído.

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